Hay
deseos que nos acompañan desde los contextos sociales en los cuales hacemos
vida, y hay otros deseos que vienen desde un lugar especial de nuestra alma, y
como agradecimiento a la vida que mayor deseo que ser padres y madres…
Desde
las distinciones de la terapia de Constelaciones Familiares, hoy les quiero
comentar sobre los hijos nacidos y no nacidos que como tal forman parte de
nuestro sistema familiar. Así es, nuestros hijos “no” nacidos también forman
parte y cuentan como hijos.
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¿Dolor
y sufrimiento es lo mismo? Desde una comprensión ontológica no lo es, el dolor está
asociado al espacio físico – biológico, esto podemos situarlo en el proceso de
perdida como tal, y el sufrimiento es el juicio que deriva post perdida. Esto quiere
decir que nuestra mente se ancla en el “hubiese sido”, “de haber nacido ahora tendría…”;
es estar y generar pensamientos entre el pasado y el futuro, no estando disponibles en
el aquí y ahora.
Cuando
procedemos a negar la existencia de nuestros hijos no nacidos automáticamente los
excluimos, quitando de esta manera el espacio que ellos tienen por derecho en
nuestro sistema familiar. Esto trae como consecuencias: problemas de conductas
de los hijos nacidos, otorgar responsabilidades a hijos nacidos que no le
corresponden, predisponer la entrega de amor a los hijos nacidos, transferir
miedos de pérdidas innecesarias, entre otros.
¿Cómo
sanar el dolor de lo ocurrido? Reconocer y asentir el proceso de pérdida es un
gran avance, es hacer conciencia de que somos padres desde el momento de la concepción,
es en sí, dar su lugar a ese ser maravilloso que vino a nosotros con un mensaje
y poder aceptar que un ser vive el tiempo que le toca vivir, sin hacer juicios de
un futuro inexistente.
El
abrazo es sanador, y aún más cuando conscientemente en ese abrazo acogemos a
todos nuestros hijos, a los presentes y a los ausentes. Es decir a nuestro
ritmo y proceso de sanación los hijos que tenemos, sin justificar lo que es… ¡yo
tengo dos hijos maravillosos! ¿Y tú?